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La revista electrónica www.plosone.org ha publicado en Enero 2013 | Volumen 8 | Edición 1 | e52317 un artículo titulado: «La falta de apoyo en la asociación entre la forma facial y la  agresión: Reevaluación basada en una perspectiva genética poblacional mundial», que ha tenido gran difusión en los diferentes medios de comunicación. Este estudio ha dado lugar a titulares en medios de comunicación como: «El rostro no predice las competencias y comportamiento de las personas.»

 

En este estudio se han gastado grandes recursos (por lo menos en horas), puesto que han intervenido 4.960 personas en el estudio de 94 poblaciones humanas distintas y múltiples investigadores de diferentes países.

 

El estudio está hecho en base a las teorías de Gall y a las observaciones de Lombroso, quien decía que los rostros con morfologías más grandes tenían mayor agresividad y, por lo tanto, mayor posibilidad de cometer delitos agresivos.

 

Su investigación ha consistido en medir la anchura y la altura del rostro (fWHR) y hacer una comparativa interindividual, sin tomar en consideración elementos de medición comparativa intraindividual. Además han medido sólo lo cuantitativo, como la mayoría de estudios que versan sobre lo humano.

 

Primeramente decir que estamos de acuerdo con que los rostros anchos no son un distintivo de la agresividad per se. En nuestro argot los llamamos «rostros Dilatados». En su estado «puro» el caudal energético es alto, hay mayor apertura hacia los demás, una fácil inserción familiar y social, un apego al mundo concreto y tangible, etc. características poco afines a los términos agresivos que desmiente el citado estudio. Es la edad psicológica del niño, abierto, receptivo, no agresivo. En este sentido estaríamos de acuerdo con el estudio citado: los rostros más anchos no son más los agresivos.

 

Por otro lado, debemos subrayar que no se han tenido en cuenta otras variables imprescindibles para entender los rostros de manera integrada y holística, en su lugar se ha centrado el objetivo en un elemento concreto y se ha obviado el resto. A continuación describo las variables que, al no ser tenidas en cuenta, han dado lugar al titular erróneo «El rostro no predice las competencias y comportamiento de las personas»:

  1. Falta un factor decisivo: lo que nosotros llamamos tono energético que nos lo da la polaridad del sistema nervioso (actividad-receptividad). La actividad y, así, la agresividad o mayor volumen de testosterona, se ha encontrado en los rostros muy fibrados. En los rostros anchos, más si son adiposos, en los que la lasitud muscular es mayor se ha encontrado muy bajos niveles de testosterona y más de estrógenos. Como consecuencia, la agresividad de estos es muy baja, los espermatozoides son menos activos y la capacidad reproductiva es menor (en el caso de estar ante un rostro de un hombre). Esta variable (el tono energético) que no se puede medir por ningún medio métrico actual, es capital como predictor de la capacidad sexual reproductora, así como del volumen de testosterona que maneja cada cuerpo y también de su agresividad.
  2. Otra variable, no menos importante, que no se ha tenido en cuenta es el aerodinamismo o verticalidad del rostro visto de perfil (vease El Rostro y la Personalidad 4ª Edición en sus paginas 108, 109, 110 y 111), parámetro en el que hallamos la impulsividad o la capacidad de controlarse.
  3. Otra variable que no se ha tenido en cuenta es la simetría-asimetría de los rostros, elemento importante para ver los aspectos ciclotímicos de la persona, que debe a su vez valorarse en función de la anchura global del rostro, la tonicidad muscular y el grado de controlabilidad que el sujeto tiene. Cuando la asimetría es acusada y los parámetros anteriores citados no son buenos, el sujeto puede perder el equilibrio y se puede desestabilizar, dando lugar a una mayor probabilidad de cometer actos agresivos.
En vista a la falta de estos importantísimos elementos para entender el rostro humano, las conclusiones que saca dicho estudio son muy parciales, puesto que se han obviado elementos demasiado importantes a tener en cuenta cuando se quiere valorar la agresividad o la capacidad reproductora de las personas a través del rostro. Es una pena que tantos investigadores hayan dedicado tanto tiempo y recursos para algo que ya intentaron tanto Gall como Lombroso y que no lograron, al tener en cuenta un solo parámetro. Además, la afirmación de los titulares es desafortunada, puesto que descarta todo un conocimiento basándose en tan sólo una medición que, como aquí se ha expuesto ha escogido variables poco ajustadas.

 

En el Instituto Superior de Morfopsicología estamos investigando y poniendo los jalones de la nueva ciencia a la que llamamos Psicología Estructural Integrativa que busca discernir la relación entre el Cerebro,  Rostro y Conducta.

 

Julián Gabarre

Doctor en Psicología

 

Gómez-Valdés, J., Hünemeier, T., Quinto-Sánchez, M., Paschetta, C., de Azevedo, S., et al (2013). Lack of Support for the Association between Facial Shape and Aggression: A Reappraisal Based on a Worldwide Population Genetics Perspective. Plos ONE 8(1): e52317. doi:10.1371/journal.pone.0052317

Un comentario

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