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La morfopsicología se distingue de cualquier otra disciplina sobre el comportamiento humano por la enorme precisión en el diagnóstico. Lejos de técnicas sin ningún rigor científico basadas sólo en la subjetividad del «blablabla» del coach de turno, apoyándose en distintas leyes biológicas y en la observación, la morfopsicología desenmascara de una forma objetiva y brillante la relación entre consciente e inconsciente, aspiraciones vitales y herramientas de que dispone el individuo para satisfacerlas, así como las contradicciones derivadas de las distintas tendencias del ser y que uno por sí mismo (ni pagando al mejor psicólogo de la psicología académica ortodoxa) no sería nunca capaz de comprender. Profesionalmente tiene aplicación en una multitud de campos pero en lo personal también se le puede sacar mucho partido: dejar de juzgar a los demás y comprender sus defectos, aceptarse a uno mismo sin dolor, evitar ser engañado o manipulado psicológicamente, etc. Adquirir este conocimiento es un camino difícil por la complejidad que entraña interpretar de forma holística las distintas tendencias de la persona para finalmente llegar a su esencia, pero quien lo logra comprende mucho más la realidad en todos los niveles. Si lo estudias, no esperes que todo el mundo te entienda porque a mucha gente le sonará a chino y automáticamente lo desacreditarán. El precio a pagar es ir a contracorriente en una sociedad donde no interesa mirarse al interior por miedo a lo que se pueda ver, pero quien estudia morfopsicología en profundidad sabe el gran valor que tiene y su potencial para hacer un mundo mejor. Seguro que el Dr. Gabarre dejará un gran legado. En definitiva, y lejos de ser determinista, la morfopsicología es transformadora porque te hace más abierto de miras e infinitamente más libre, para tomar las riendas de tu propia vida.

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