Pau Claris, 120, 3º – 2ª - 08009 Barcelona

Hace cerca de diez años tomé contacto por primera vez con la morfopsicología (vaya un agradecimiento cariñoso para la fallecida Lourdes Tubert, una de las primeras estudiantes en el ISM que me regaló el libro “El Rostro y la Personalidad” y me introdujo en el tema). Me impresionó la potencia de esta herramienta, lo intuitivo de sus principios (dilatación-retracción, actividad-receptividad…), lo útil que puede ser para maestros, padres, empresarios, para uno mismo! y a su vez lo poco conocida que era por el gran público. Cierto es que el dominio de la morfopsicología no es fácil, requiere unas mínimas aptitudes, una buena guía y sobretodo mucha paciencia y dedicación. Y lo dice uno que ha pasado varios años recibiendo clases en el ISM y que tiene intención de seguir estudiando. Como físico, me seduce la naturaleza integradora del método morfopsicológico: no se puede analizar un rasgo (nariz grande, boca cerrada, …) de manera separada sino en relación al rostro en el que habita, a la cabeza donde se insiere y al cuello donde reposa. Y es precisamente esto lo que hace que uno tenga que acumular mucha experiencia antes de poder sentir un buen dominio. En lo personal, me convence y me da confianza que lo que se pretenda sea comprender a las personas y no juzgar. Tal y como dice uno de los lemas mas repetidos en clase: nada es bueno ni malo, depende para qué. La morfopsicología me dio luces en mi relación de pareja y en el conocimiento de mi hija cuando era un bebé. Me llevé dos regalos muy valiosos: el comprender y el tener herramientas para compensar y corregir los posibles desequilibrios. Por eso también vivo con mucha alegría el reconocimiento que está recibiendo merecidamente la morfopsicología en el terreno científico y académico de la mano del Dr. Julián Gabarre. Y lo que queda.

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