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«La morfopsicología no debe juzgar sino comprender». Esta frase me hacía sonreír las primeras veces que la oía, puesto que empecé a estudiar esta disciplina precisamente para esto, comprender mejor a mi cliente, ¿cómo iba un terapeuta a juzgar a un cliente? Justas palabras cargadas de buena intención que esconden la clave de la comprensión y la orientación a un buen tratamiento.
Hasta antes de conocer la morfopsicología, mis diagnósticos se basaban en los datos que arrojaban la toma de los pulsos, la anamnesis, las pistas que el cuerpo mostraba celosamente esperando a que alguien las descubriera, y la información emocional que el propio cliente intentaba conceptualizar. En una primera visita a un cliente, debía poner en marcha mis mecanismos académicos y experienciales aprendidos, junto con una insegura intuición sobre el comportamiento general ante la vida, esperando que su recopilación, me guiara a un tratamiento efectivo.
He observado que una exitosa primera visita tiene que arrojar datos interesantes al terapeuta y también al cliente.
Si consideramos que la enfermedad es un resultado desfavorable vivido en una de las asignaturas en el camino de la vida, el proceso de reconstrucción del justo momento de la pérdida del camino vital, donde la salud da paso a la enfermedad, parece importante en los tratamientos, y hace que me sienta profesionalmente algo historiador. A pesar de esta comprensión que nos ofrece el retroceder en el tiempo, también creo que los tratamientos pueden ofrecerse desde una perspectiva más dinámica en el tiempo presente. Observar las creencias que las personas tienen, guarda una valiosa información acerca de su «timing» en el proceso de recuperación.
No es de extrañar pues que la técnica de conocimiento holístico de la persona a la que pretendes ayudar sea muy importante. El que y el como se hacen transcendentales. Que pretende sanar el cliente y como se va ha hacer, forman una parte importante de la comprensión de las dos partes.
La morfopsicología me ha enseñado que el estudio del rostro nos ofrece valiosos datos sobre la personalidad de la persona, y por tanto de su comportamiento ante la vida. También nos muestra con una fiable precisión, datos sobre su comportamiento físico, afectivo y cerebral. Los conocimientos en morfopsicología, me permiten tener otra maravillosa herramienta más para poder hacer el proceso de ayuda más certero y rápido, puesto que toda la valiosa información personal que se obtiene hace que el tratamiento vaya mucho mas dirigido.
Puesto que creo que una misma enfermedad puede tener diversos abordajes según el nivel al que trabaja la persona, si puedes conocer a que nivel trabaja tu cliente, puedes conocer también a que nivel debes enfocar el tratamiento. Cuando tienes la certeza de que tu cliente se mueve dentro de una expansión afectiva, puedes suponer que un tratamiento más enfocado hacia la mejora emocional, será de una valiosa ayuda. Lo mismo pasa si la persona es cerebral o si se mueve más en un entorno instintivo-físico. Cuando a través de la morfopsicología conoces en que medio o expansión se mueve tu cliente, puedes abordar la conversación dirigida en este sentido, esto hace hablar el mismo idioma entre terapeuta y cliente, y aumenta la confianza y las posibilidades de éxito.
Además da información directa, sin rodeos, contundente y precisa. Ofrece una lectura fiable, rápida, barata, sin tecnología, sin dudas. Suena todo muy bien y todo es cierto, aunque requiere práctica, estudio y experiencia. ¡Hay que estudiar!, pero es divertido.

Desenfocando la morfopsicología del apartado profesional, me gustaría hacer mención de lo importante que ha sido en mi vida personal. Me ha ayudado con la magnífica relación que ya tenía con mi hijo y además me ha informado de como orientarle, he podido comprender mejor a mi mujer, y ha mejorado notablemente mis relaciones en general. Pero todavía más importante, me ha dado información sobre mi mismo, pudiendo así mejorar mi estabilidad general y mi felicidad.
Como mi trabajo consiste en ayudar a las personas, siempre me he responsabilizado de ello buscando rodearme de las mejores influencias respecto a mi formación, y por esto es porque quiero dar las gracias a mis magníficos profesores, el Doctor Julián Gabarre y su hija Cristina, por su alta profesionalidad pero especialmente por su magnífica humanidad. Ellos han mejorado todavía más algo que valoro mucho, el linaje. Ellos ya forman parte de mi fabuloso linaje de profesores que he tenido, que me han formado como terapeuta y como persona.
Mi mandala de los arquetipos humanos se ha embellecido. Mi Rey, mi Amante, mi Guerrero y muy especialmente mi Mago se han llenados de comprensión.

¡Qué suerte que tengo, gracias!

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