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Sin duda alguna, aunque que pueda parecer un tópico, la psicología craneofacial ha marcado un antes y un después en mi vida, tanto personal como profesionalmente.

He tenido la suerte de poder estudiar esta disciplina en el Instituto Superior de Morfopsicología con los mejores profesionales de este campo. Han sido dos años de trabajo, estudio y, sobre todo, de mucha perseverancia. Pero -tal y como dice el Dr. Julián Gabarre- «Al que tiene paciencia y persevera se le acaban revelando todos los secretos de la vida».
Y así ha sido, aunque sé que todavía me queda mucho camino por recorrer.

En lo personal, la Morfopsicología me ha permitido hacer un gran ejercicio de autoconocimiento y de desarrollo personal. Lo más importante: comprender y saber “los porqués” de mi conducta y la de las personas que me rodean. Un esfuerzo de humildad para reconocer mis sombras, pero también para descubrir mis fortalezas.

En lo profesional, decir que llevo muchos años trabajando con personas con discapacidad intelectual, y con su entorno familiar. Han sido esenciales todos los estudios académicos que he realizado para poder ejercer mi profesión. La psicología facial, no obstante, me ha abierto un camino nuevo, una nueva herramienta de trabajo y un complemento de soporte pedagógico. Sí, es verdad que realizar el estudio del rostro, cuando hablamos de síndromes o diferentes discapacidades, es más difícil por la propia morfología derivada del síndrome (asimetrías, malformaciones, atonías,…). Me alegra observar, por ejemplo, que aunque las personas con síndrome de Down comparten rasgos faciales muy similares y características conductuales comunes, sin embargo hay, diferencias morfológicas que me permiten trabajar de forma individualizada con cada alumno.

En el campo de la pedagogía, la psicología facial es una herramienta muy apropiada para asesorar a otros profesionales de la educación, orientar a las familias, diseñar estrategias de intervención más ajustadas, conocer mejor a los alumnos, orientarlos y observar donde están escondidas sus mejores capacidades y, de este modo, poder trabajar sus puntos perfectibles.

Teresa Tarrés
Diplomada en Magisterio, Licenciada en Psicopedagogía, Postgrado en Pedagogía Terapéutica y Diplomada en Morfopsicología por el ISM

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